miércoles, 2 de febrero de 2011

Tahull

Tímpano Moissac


Esta obra ofrece las características del modelo de portada románica. Alojada en el muro, las arquivoltas de medio punto se rehunden bruscamente, mediante una bóveda, quedando la puerta en un plano interior en donde tres arquivoltas cobijan el tímpano sobre dintel apoyado en pilares dentados que actúan de jambas y parteluz.
Donde se concentra casi toda la decoración del templo es en la portada, ya que ésta es la cara del templo. La decoración cubre la superficie arquitectónica: es figurativa en tímpano, parteluz y jambas; las arquivoltas tienen temas vegetales y descansan sobre columnas y el dintel lleva rosetones geométricos abstractos. Las arquivoltas se decoran con figuras en forma radial con motivos geométricos, vegetales o figurados. El conjunto se completa con un parteluz esculpido y dos jambas de perfil lobulado. Todo ello está realizado en piedra.
La iconografía es la propia del Románico: Pantócrator o Cristo en Majestad (Maiestas Domini), orlado con un nimbo en forma de cruz, Tetramorfos o símbolos de los cuatro evangelistas y, abajo, los veinticuatro ancianos del Apocalipsis, que llevan copas e instrumentos musicales, ordenados en tres registros, por debajo y por los lados del grupo central. Las figuras del Tetramorfos y arcángeles se ciñen lo más posible al Cristo. Todos los ancianos del tímpano han sido esculpidos en posturas similares. Sus rostros se vuelven y giran hacia él. La unidad del tímpano se debe a esta variedad de movimientos y expresiones centrada en la persona de Cristo en Majestad. La unidad de la obra se consigue con la mirada de todos los personajes hacia la figura de Cristo. Así, los rostros de los ancianos vuelven su mirada hacia la figura central y, para ello, los cuerpos se retuercen en forzados escorzos.
El tímpano es el lugar preferente de la portada y centra la atención del fiel. Las figuras del tímpano se ordenan conforme a una normativa conceptual: la simetría. La disposición y distribución de los personajes es muy ordenada y simétrica: Cristo, centro organizador del espacio y del tema, con su verticalidad viene a ser la continuación de la línea del parteluz. Este eje vertical está seccionado por el dintel configurando una gran cruz que articula el conjunto del pórtico. El resto de los personajes ocupan espacios periféricos alrededor de este gran eje compositivo. El tetramorfos y los dos serafines dibujan, con sus cuerpos, una mandorla imaginaria.
Todo queda en el marco material y arquitectónico que lo contiene, intentando dejar la menor superficie vacía posible. Se cumplen así las dos leyes siempre presentes en la escultura románica: la adaptación al marco y el horror vacui. En cuanto a la adaptación al marco, se puede apreciar cómo las figuras de dos ancianos de la derecha, arriba, tienen una posición forzada, con la cabeza doblada para adaptarse a las arquivoltas. El marco arquitectónico engendra la forma y rige la escultura, de ahí que, como en este caso, las figuras adoptan formas algo extrañas para acoplarse a la estructura arquitectónica.
Otras características formales de la plástica románica que podemos apreciar en este pórtico son el carácter antinaturalista de las figuras, con cuerpos alargados y estilizados, así como el frontalismo y el geometrismo simplista y estilizado. También el simbolismo o el deseo de expresar ideas o vivencias antes que la búsqueda de la belleza estética: la belleza está en el trasfondo ideológico, en los sentimientos que puede provocar el mensaje divino en los creyentes. Así, más que belleza estética, encontramos belleza ética. También cabe destacarse la perspectiva jerárquica apreciable a simple vista con la figura de Cristo de mayor tamaño, sobredimensionado y las restantes figuras en gradación descendente según su importancia: los serafines, el tetramorfos y, finalmente, a escala muy reducida, los veinticuatro ancianos.
En todo el conjunto escultórico del tímpano se aprecia su carácter decorativo. No está realizada para ser contemplada aislada, sino dentro en un conjunto arquitectónico. Es decorativa, se concibe para rellenar un espacio arquitectónico previsto de antemano y su forma, dimensiones, etc, dependen de este espacio. Su dependencia con respecto a la arquitectura es, pues, total.
COMENTARIO:
El monasterio de San Pedro, cerca de Moissac (Languedoc, Francia) se encuentra situado en la Occitania francesa, en la región de Languedoc en el sur de Francia, en la ruta turonense del Camino de Santiago. Fue fundado como abadía en el siglo VII, pero en los siglos siguientes sufrió saqueo y destrucción por musulmanes (tras su derrota en Poitiers) y, más tarde, por los normandos, estando en completa ruina cuando el Abad Durand llevó a cabo la restauración espiritual y material de la abadía y consagró la iglesia (1063) bajo la advocación de San Pedro, Apóstol preferido de los cluniacenses. La iglesia actual es gótica de finales del siglo XV, pero respetaron intacta la portada de la iglesia. Esta portada parece que se construyó sobre el 1110-15, período del abad Anquetil, según constata un cronista abad del siglo XV, Aymeric de Peyrac.
En el tímpano del pórtico se representa la visión descrita por San Juan en el Libro del Apocalipsis, junto con otras escenas bíblicas a los lados: Anunciación, Visitación y Huída a Egipto. Éstas últimas están plasmadas con un detallismo narrativo que sugiere que deben ser posteriores a las de la zona central del tímpano. Según se lee en el Apocalipsis de San Juan (4,1-11): " He aquí que había en el cielo un trono y sobre el trono uno sentado. El que estaba sentado tenía el aspecto de una piedra de jaspe. El trono estaba rodeado de un arco iris, parecido a la esmeralda. Alrededor del trono había veinticuatro tronos, sobre los que estaban sentados veinticuatro ancianos vestidos de blanco y teniendo sobre sus cabezas coronas de oro [...]. Alrededor del trono había cuatro animales [...]. El primero era parecido a un león; el segundo, a un toro; el tercero tiene la cara parecida a la de un hombre; y el cuarto, parecido a un águila."
De acuerdo con esta visión, en el centro del tímpano está Cristo en Majestad, sedente, bendiciendo con la mano derecha y señalando el infierno con la izquierda, coronado con nimbo crucífero como Rey, rodeado del Tetramorfos (los cuatro evangelistas representados por sus símbolos: el toro de San Lucas, el león de San Marcos, el águila de San Juan y el ángel de San Mateo) y dos arcángeles alargadísimos llevando el rollo de las plegarias; ocupan todo el resto del tímpano las figuras de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis colocados catorce en un registro continuo a los pies del Pantocrátor y los diez restantes en dos registros paralelos, conteniendo tres y dos cada uno, respectivamente. La fuente iconográfica del tímpano, está en las miniaturas mozárabes, que los anónimos escultores seguramente habrían visto en la biblioteca del monasterio.
En las jambas de la puerta se plasma: a la izquierda, Isaías (por ser uno de los cuatro videntes y profeta mayor que anunciaba el nacimiento de Cristo); a la derecha, San Pedro (porque fue piedra angular de la Iglesia y primer sucesor de Cristo en la tierra; además, era patrón de Cluny a la que pertenecía este monasterio). El pilar parteluz contiene las seis leonas de la Revelación. En los laterales de la portada hay una serie de bajorrelieves. Se cree que fueron realizados varias décadas después del tímpano, pues presentan diferencias de estilo en las formas corporales y los plegados. A la izquierda, escenas de la infancia de Jesús, a la derecha hay representaciones alegórico-didácticas de la avaricia y la lujuria.
En la plástica románica se aprecia una diferencia entre las figuras dominantes que ocupan la posición clave de la composición y que están tratadas de manera hierática y monumental y las figuras pequeñas situadas en espacios secundarios, tratadas con mayor realismo. De ahí el contraste entre el solemne hieratismo del colosal Pantocrátor (ejecutado en relieve plano y frontal) y la expresiva delicadeza gestual de los ancianos (realizados en bulto redondo). Efectivamente, la figura de Cristo tienen un relieve aplastado, pero su volumen está sugerido por el vigor de los pliegues en forma de bandas, que delimitan superficies anchas de paños tensos. Los ancianos están esculpidos en bulto redondo prácticamente, de donde se deduce que la frontalidad plana de Dios es un efecto buscado y no una limitación técnica; los ancianos gesticulan y ofrecen unos rostros detenidamente esculpidos. El contraste expresivo es evidente: la fuerza solemne, sin concesiones delicadas, se concentra en la figura colosal del Pantocrator; la delicadeza, la expresividad sin concesiones a la fuerza se otorga a las pequeñas figuras de los lados y del friso inferior. Una visión rápida permite comprobar los arcaísmos propios del estilo románico: expresión solemne un tanto deshumanizada, trazos sumarios del rostro, rigidez en los miembros, convencionalismo en los tamaños, con la figura principal en gran tamaño y el resto más pequeña, posición simétrica de las figuras, ausencia de belleza ideal... Todo nos acerca a un arte rudo, plano, frontal. Pero una contemplación más detenida nos invita a seguir la fuerza de las líneas que se retuercen en ritmos diversos, o a admirar las contorsiones intrincadas de los cuerpos, especialmente, la de los veinticuatro ancianos. El autor se sentía movido a plasmar en la piedra las concepciones religiosas, los sueños de la fantasía y el sentimiento de una época de peregrinaciones.
En este monasterio, como en el resto de los edificios románicos, la escultura se concentraba en los claustros y en las portadas. En este caso, las esculturas del Claustro están fechadas con seguridad por una inscripción en 1100. Los capiteles del claustro se distinguen por sus formas elegantes, el modelado de los ropajes y las composiciones plenas de vida. La mayoría de los capiteles recogen temas del Apocalipsis, tomados del Libro de Daniel; su técnica y su temática se continúan en el Pórtico.
Las características estilísticas analizadas en esta portada son las propias de la plástica románica más clásica: el antinaturalismo, la rigidez, la falta de volumen, el inexpresivismo, la abstracción de la realidad visual, el intenso espiritualismo y fervor religioso. Todos estos elementos están presentes en las grandes obras escultóricas francesas: las portadas de San Sernín de Toulouse, de la Magdalena de Vézelay, de la Santa Fe de Conques o de San Lázaro de Autun. Pero a lo largo de dos siglos la escultura no dejó de evolucionar, y en su última etapa, la riqueza en pliegues dinámicos y el bulto redondo muestran ya el olvido de la función arquitectónica y la búsqueda de efectos pintorescos o anecdóticos. Toda esta evolución es apreciable en las vestimentas, el volumen y las expresiones, como es apreciable en la Portada de San Trófimo de Arlés.

CONTEXTO HISTÓRICO:
El arte románico se desarrolla en Europa durante la Alta Edad Media, en el período comprendido entre el siglo X, tras la consolidación de los reinos bárbaros, que terminaron con el Imperio Romano, y el siglo XIII, donde las nuevas estructuras urbanas y comerciales de la Plena Edad Media, dieron paso al nuevo estilo Gótico. El arte románico fue el primer gran estilo artístico europeo de dimensión internacional, que se difundió y desarrolló con mayor o menor intensidad por las diversas zonas de Europa.
Además, en esta sociedad feudal y rural de la Edad Media, donde la agricultura es la base económica, la iglesia será la institución más importante y tendrá lugar la pujanza de este organismo al calor de las órdenes monásticas, las peregrinaciones y las Cruzadas. Gracias a las peregrinaciones, organizadas principalmente por los monjes benedictinos de Cluny, se va a producir una expansión y uniformidad del arte románico por todo el continente. El estilo artístico se adapta a una sociedad ruralizada, inculta, controlada intelectualmente por la iglesia. Por eso va a ser el arte de la irracionalidad, el oscurantismo y el misterio. Se trata de una arte relacionado con la fe, surgido de una cultura teológica que, al mismo tiempo, servirá para adoctrinar y dirigir mentalmente al creyente.